Calidad de vida y ganas del raje.
Son las 05:50 Hs, suena el despertador y empieza un nuevo ciclo. Baño, café y scrolleo en Twitter. Rumbo al trabajo sorteando el tráfico y todos los peligros de ruta. La rutina empieza y termina. Nuevamente en el tráfico, esta vez más pesado. Suena algún podcast para aliviar la ansiedad de llegar y disfrutar de la paz de nuestra fortaleza. “¿Calidad de vida?” Esa pregunta resuena en mi cabeza.
Según la OMS, esta se define como “[…] la percepción que tiene una persona sobre su posición en la vida dentro del contexto cultural y el sistema de valores en el que vive y con respecto a sus metas, expectativas, estándares y preocupaciones.”
Y si me pongo a analizar, la percepción que tengo acerca de mi calidad de vida en comparación al resto de la población está entre los mejores, pero, si yo analizo según mi experiencia de conocer otras sociedades, puedo estar muy distante a lo que es realmente la “calidad de vida” que quiero.
Como seres en pleno desarrollo de nuestro potencial profesional, podríamos no estar conformes en la forma en que abrazamos la inseguridad en nuestro país, su falta de sistema de transporte público, la falta de espacios públicos de dispersión, entre otras cosas que disfrutan los demás países (incluso otros países latinoamericanos).
Surgen también otras preguntas, otros futuros alternativos en nuestra vasta imaginación. Cuán valientes somos para imaginar un futuro de emigrante en búsqueda de mejores condiciones para vivir. Surge también la culpa, quizás de abandonar nuestra tierra, a nuestra familia y amigos, y entregarla a los corruptos que usan y abusan del herario público.
Un amigo, que ya emigró del Paraguay, me dijo una vez: “Vos te subís a tu nave de metal, para llegar a tu fortaleza de concreto, encerrarte, para después volver a salir en tu nave, a la fortaleza de concreto de otra persona. Nunca se involucran con la comunidad, no pueden vivir realmente la ciudad.”
Haber probado un poquito del sabor de tener un metro, tren, una bicisenda real (no un intento tercermundista), incluso disponer del servicio de Amazon y UberEats, hacen temblar mis bases patrióticas cuando pienso en el futuro de mis hijos y lo que me gustaría que experimenten en la vida. Como por ejemplo, caminar sin pensar en que un chorro te pueda robar o matar, un servicio de transporte toda la noche, poder ir a una plaza y despejar la mente sin tener que estar super alertas todo el tiempo, entre otras actividades “básicas” para la vida.
Me es imposible conformarme con lo que hoy ofrece el Paraguay. Básicamente, nada, más allá de la familia y los amigos. Es posible que vos y yo, hayamos pensado mil veces en las formas de escapar del secuestro al que estamos sometidos en esta pseudodemocracia y pseudolibertad.
Ojalá, en un futuro no muy lejano, la población esté tan harta que eso se transforme en acción, y recuperemos lo que nos han robado: calidad de vida.