Urge una Reforma de Salud
Los orígenes del Ministerio de Salud, datan del año 1936, bajo el gobierno del gran coronel Rafael Franco, que vio la imperiosa necesidad de crear un órgano estatal que se hiciera responsable de paliar el estrago que causó la Guerra del Chaco (1932–1936) en cuanto a discapacitados y las enfermedades infecciosas que afectaron a la población. Posteriormente, en 1998 bajo la presidencia del Ing. Juan Carlos Wasmosy se establece un nuevo ordenamiento y fin principal de su existencia.
Desde su creación, hace 84 años, han pasado 29 ministros por sus pasillos y un sinfín de modificaciones y adaptaciones según la coyuntura exigía. Esta década no es la excepción, y todos los estados se avocan a luchar contra una terrible pandemia que pone a prueba los sistemas de salud más avanzados del mundo.
Aquí, en el tercer mundo, estamos acostumbradísimos a estar en el abismo bajo el casi inexistente amparo de un sistema de salud que se provee de un poco más del 3% del PIB. Una insignificante inversión que ni siquiera es capaz de sostener estándares mínimos de salud a la población más vulnerable: los pobres, que son la mayoría de los paraguayos.
Una clase media, que paga (además de sostener todo el aparataje estatal con sus impuestos) del propio bolsillo a las prepagas para asegurarse atención médica de calidad estandarizada, que muchas veces ni eso es suficiente cuando las papas queman.
Y, una clase política, que alardea de lograr tratamientos inalcanzables para los simples mortales en el primer mundo y hasta se dan el lujo de legislar el Estado Paraguayo y además pagar con nuestros impuestos sus propios seguros médicos privados.
Hablar de Reforma de Salud, es recordar que el Estado debe:
1. Reconocer el derecho a la vida y a la salud de todos los habitantes.
2. Crear y aplicar políticas sanitarias de la mano de políticas sociales, más aún, en nuestro país.
3. Conquistar técnicas médicas en comunión con las necesidades del pueblo. Sin investigación, no existen avances.
La ineficacia del manejo sanitario de un país es el alimento principal de un político hambriento de votos. Es el elixir de los corruptos, que valiéndose de una ambulancia sin rubro, una cama de terapia intensiva o incluso la falta medicamentos, sin escrúpulo alguno, compra la fidelidad de un pobre que necesita con desesperación salvar la vida de algún ser querido.
La Reforma de Salud, es necesaria cuánto antes, para sentar las bases reales de una Nación que funda su existencia en la búsqueda del bien común. Hoy, vivimos el juego de unos pocos. El juego de los que no quieren que todos vivan, sólo los peones necesarios para vivir plácidamente la vida que todos los paraguayos merecen pero que nunca alcanzarán. Mejorar la calidad de vida no le conviene a los de arriba. Prefieren, en cambio, enjuagar sus conciencias haciendo míseros aportes a alguna ONG de moda y embanderarse con alguna causa, y eso, los devuelve a sus nubes de felicidad.
No sólo es cuestión de voluntad de la clase política, sino de voluntad de todo un pueblo y sus principales actores para exigir de una vez por todas que nos sentemos a construir un rumbo y dejemos de vivir de parche en parche. Merecemos más, mucho más.